Por Peter Bloom
Este artículo fue originalmente escrito y publicado en inglés. Un profundo agradecimiento al Colectivo Disonancia en Chile por la traducción de esta pieza al español.
“El problema central en el capitalismo monopólico avanzado no es el de la escasez de recursos chocando contra necesidades innatas e insaciables, sino el de la abundancia de producción chocando contra mercados saturados de consumo y de valores. Para poder absorber la potencial producción económica y prevenir el exceso de capacidad, los intereses de negocios deben buscar continuamente nuevos mercados para explotar o seducir a los consumidores listos para comprar el último producto o servicio, y para inducir una nueva inversión. La clave de la supervivencia del negocio en una economía capitalista es la expansión continua de la cuota de mercado y su alcance: Crece o muere.”
Mucho antes que me involucrara en las telecomunicaciones, me gradué en Estudios Urbanos en la universidad donde me introduje por primera vez a los escritos del geógrafo marxista David Harvey. Durante los últimos meses, mientras buscaba información sobre lo que está ocurriendo con el 5G y cómo podría, potencialmente, remodelar la sociedad, he vuelto constantemente al ensayo de David Harvey “El derecho a la ciudad” que leí hace años. En simple, el ensayo es sobre cómo la gente moldea las ciudades en que viven y, en respuesta, cómo las ciudades influyen en cómo esa gente vive e interactúa. En definitiva, el ensayo sostiene que este proceso de hacer y rehacer las ciudades es un derecho humano y todos deberían tener la posibilidad de ejercerlo.
“La pregunta de qué tipo de ciudad queremos no puede separarse de la pregunta de qué tipo de personas queremos ser, qué tipos de relaciones sociales buscamos, qué relaciones con la naturaleza queremos, qué estilo de vida cotidiana deseamos, qué tipos de tecnologías consideramos apropiados, qué valores estéticos tenemos.”
El concepto del “derecho a la ciudad” ha ganado creciente atención en relación con el entendimiento que tenemos de nuestro mundo físico, el que configura y es configurado por el poder y la tecnología. Este enfoque teórico que vincula nuestras relaciones sociales con la infraestructura, el poder y el espacio, parece calzar perfectamente con lo que he indagado respecto a las redes de próxima generación. Nuestro derecho humano a moldear ciudades, el ambiente construido en el que vivimos, es afectado por consideraciones tanto sociales como políticas y económicas, así como por fuerzas históricas, como Harvey señala. Lo mismo aplica a nuestras redes de telecomunicación como partes integrales de nuestro entorno construido. En la exploración de cómo las telecomunicaciones calzan en el todo, quiero enfocarme en particular en la tesis central del texto de Harvey: que un factor muy importante en la configuración y reconfiguración de las ciudades es su función como absorbentes de capital excedente.
¿Y qué se supone que significa eso? En pocas palabras, en un sistema capitalista como aquél en el que vivimos, las empresas y negocios exitosos crean un excedente. Es decir, ellos invierten dinero en algún emprendimiento productivo y eso lleva, gracias al funcionamiento del capitalismo (básicamente la explotación del trabajo), a que ganen más dinero. Este necesita ser reinvertido de alguna forma para que los negocios se mantengan rentables, mantengan su cuota de mercado y crezcan, lo que es crucial en el capitalismo. Al combinar todos estos excedentes alrededor del mundo estamos hablando de mucho, mucho dinero. Tanto que no siempre hay capacidad suficiente para absorberlo a través de la reinversión. Y si el capitalismo odia algo, es el estancamiento. Míralo como si fuera un tiburón; quedarse quieto es lo mismo que morir.
En “El derecho a la ciudad”, Harvey explica cómo la urbanización ha actuado históricamente como un absorbente de los excedentes que los capitalistas están creando continuamente. Harvey también proporciona una crítica a cómo estos procesos alteran las relaciones sociales y crean desigualdad. Hace esto a través de numerosos ejemplos, como cuando el emperador Napoleón III y el Barón Haussmann llevaron a cabo un rediseño masivo de París que requirió cantidades gigantescas de capital y de mano de obra para resolver la crisis socioeconómica de 1848. De esta manera se absorbió gran parte del excedente y se estabilizó momentáneamente la economía y la sociedad. El nuevo París se convirtió en un centro de consumo y placer, lo que también ayudó a absorber otro poco de exceso, pero al mismo tiempo llevó a una gran agitación social por parte de aquellos que se sentían fuera de esta visión urbana, culminando en la rebelión de la Comuna de París.
Otros ejemplos incluyen el polémico rediseño que el planificador urbano Robert Moses hizo al área metropolitana de la ciudad de Nueva York luego de la Segunda Guerra Mundial, lo que también llevó a una nueva forma de vivir y consumir: los suburbios. Este proceso fomentó un vaciado del núcleo urbano y la subsiguiente revuelta de las minorías pobres que se vieron afectadas negativamente. Tomando un ejemplo mas reciente, podemos argumentar que estamos emergiendo de una largo boom de urbanización global que empezó en la década de 1980 y que llevó a la crisis inmobiliaria de 2008, donde elegantes rascacielos se erigían en todo el mundo mientras millones de personas empobrecidas huían de las zonas rurales hacia barrios urbanos marginales.
Intentemos entender la forma en que estas lecciones podrían aplicarse a cómo y por qué se están construyendo las redes de próxima generación. Las redes de comunicación siempre han sido una característica central, tanto de la geografía urbana como de la acumulación de capital, y la nueva generación de redes como el 5G y las constelaciones de satélites de baja órbita no son una excepción. Ciertamente, la enorme cantidad de inversión requerida para construir las nuevas redes 5G es impresionante. Solo para el 5G, las estimaciones son del orden de los trillones de dólares, globalmente. Una vez que estas redes estén construidas, como a sus promotores les gusta afirmar, aparecerán nuevas y desconocidas formas de gastar y hacer dinero. Para verlo a través del lente proporcionado por Harvey, la sociedad se va a reconstruir, al menos parcialmente, en la imagen de estas redes como una forma de lidiar de mejor forma con el problema de la absorción de excedente de capital. Como generaciones previas de tecnología de red, desde el telégrafo, las redes de próxima generación remodelarán los espacios urbanos y transformarán las relaciones sociales, y el impacto de estas tecnologías de comunicación en las economías, sociedades y espacios, será dispareja – creando nuevas formas de desigualdad y reforzando algunas ya existentes. “El derecho a la ciudad” tiene algo importante que decir sobre este fenómeno:
“La absorción de excedente a través de la transformación urbana tiene un aspecto incluso más oscuro. Ha implicado repetidos episodios de reestructuración a través de la “destrucción creativa”. Esto casi siempre tiene una dimensión de clase, ya que son generalmente los pobres, los desfavorecidos y los marginados del poder político los que sufren primero y principalmente de este proceso.”
Durante los próximos 10 años, el despliegue de las redes 5G y las constelaciones satelitales ayudarán a lidiar con este problema central del capitalismo: Dónde poner todo ese dinero?! De acuerdo a los promotores del 5G, la promesa de la interconexión confiable, ultra rápida y omnipresente, abrirá nuevos mundos de negocios o “verticales”; Cosas como los vehículos autónomos, la automatización de la industria, el Internet de las Cosas (“IoT”), la realidad virtual y aumentada, etc. Y mientras habrá ganadores en todo esto, también se creará una clase entera de “perdedores”. Ya hay incluso algunos ejemplos. Tomemos la flexibilización del trabajo encarnada por la gran economía, que solo empeorará a medida que muchos de estos trabajos y tareas están siendo controladas por robots e Inteligencia Artificial. En el intertanto, no es difícil mostrar el rol que las nuevas redes están jugando en absorber el excedente de capital, que es, en efecto, una forma de explicar por qué estas surgirán. Basta con mirar cómo el grupo industrial de las empresas de telecomunicaciones y telefonía móvil hablan sobre sus planes:
“La combinación del 5G, el Internet de las Cosas, el Big Data y la Inteligencia Artificial impactarán prácticamente todo aspecto de nuestras vidas diarias, desde la forma en que consumimos entretenimiento hasta la forma en que interactuamos con nuestros colegas – todo apoyado por una hiper-conectividad generalizada y omnipresente (…) La fusión de estas tecnologías transformativas conducirán cambios fundamentales y conectarán inteligentemente a todos y todo para llegar a un mejor futuro.” –Mats Granryd, director general de la GSMA.
Desde las muy ambiciosas especificaciones técnicas para el 5G y las constelaciones de satélites de baja órbita, hasta la cantidad de servicios de red y ancho de banda que los usuarios tendrán a su disposición, el exceso es el rey. Esta no es una afirmación normativa. No pretendo saber lo que la gente quiere, pero el hecho es que lo que se está llevando adelante como la meta para las redes de próxima generación es un nivel de capacidad que es simplemente imposible de usar en su totalidad. Como dije en un texto anterior, en la ciudad más densamente poblada del mundo, una red de 5G tendría hipotéticamente la capacidad de conectar unos 43 dispositivos por persona. Adicionalmente, las velocidades propuestas son bastante sustanciales, al punto de ser una exageración. ¿Qué se supone que va a hacer uno con 1 GB por segundo de velocidad de descarga en su celular? Para ponerlo en perspectiva, 1 GB/s es 40 veces más velocidad que los 25 MB/s que se necesitan para ver video en Ultra HD.
Y el derroche de la conectividad no termina ahí. Entiendo que hay algo de desafiar al futuro, pero ya hemos empezado a escuchar del 6G, y es poco probable que ese sea el ultimo rediseño del sector de las telecomunicaciones celulares que ocurre cada década, como si el reloj hubiera terminado con el 5G. En ese sentido, el sector de las telecomunicaciones es una esponja enormemente útil para el excedente del capital, ya que cada 10 años, reimaginan y redesplieguen sus redes, aumentando la capacidad y aumentando la demanda.
Las nuevas constelaciones satelitales son probablemente un ejemplo aun más chocante, uno que empuja los límites hacia, literalmente, el espacio. Hoy existen al menos 4 corporaciones masivas gastando miles de millones de dólares en investigación y desarrollo, lobby y el despliegue eventual de miles y miles de pequeños satélites que cubrirán el globo a muy bajas órbitas. Tan solo el proyecto Starlink de SpaceX planea el lanzamiento de 12 mil satélites. Hoy en día el número de satélites en órbita ronda apenas los 5 mil. Elon Musk, el fundador y propietario de SpaceX, ha declarado que solo necesitan mil satélites para ser viables comercialmente.
Para nuestros propósitos, el término problemático del director de la GSMA es “hiperconectividad”. Hiper significa “sobre”, “excesivamente” o “exceder”. Así, un exceso de conectividad es, por definición, más de lo que cualquiera necesita o puede usar. Aquí yace una conexión al problema del excedente que hemos estado discutiendo: tenemos que hablar sobre cómo estos planes de implementar redes de próxima generación implican sobreconstruir las redes – más allá de lo que podamos usar o necesitar. Para aquellos que tenemos acceso a estas redes, cada usuario simplemente será forzado a pagar por servicios que van más allá de lo que cualquiera puede usar, pagando el precio (literalmente) por esta extraña contradicción en el corazón del capitalismo. Para aquellos de nosotros que todavía estamos infraconectados o desconectados a las redes de comunicación (como casi el 50% del mundo está hoy), esta tecnología de próxima generación creará una mayor brecha digital. Al tiempo que estas redes comienzan a aparecer, y como previamente comenté, el exceso que proveerán a aquellos viviendo dentro de las áreas con cobertura está quizás directamente relacionado al estancamiento y falta de cobertura para muchos otros. ¿Qué hacemos entonces? De nuevo, “El derecho a la ciudad”:
“¿Si [los desposeídos urbanos] se unieran de alguna manera, entonces qué deberían exigir? La respuesta a la última pregunta es, en principio, más o menos simple: Mayor control democrático sobre la producción y uso del excedente. Dado que el proceso urbano es un importante canal de uso [del excedente], entonces el derecho a la ciudad está constituido por el establecimiento del control democrático del despliegue de los excedentes a través de la urbanización.”
Nosotros debemos hacer algo similar con respecto a las redes. Es frustrante que la mayoría de las constituciones y políticas nacionales, además de las Naciones Unidas, ya reconocen el acceso a la información y la comunicación como un derecho humano fundamental. El problema es que los detalles de cómo el pueblo puede ejercer estos derechos son vagos o inexistentes.
Hay dos estrategias relacionadas que debiésemos emplear. Una es presionar para obtener mejores políticas y regulaciones que fuercen a los gobiernos y compañías a invertir en infraestructura en lugares sin conexión, en acceso abierto y justo al espectro radioeléctrico, en interconexión y derechos de conectividad para redes comunitarias y para pequeñas y medianas empresas. Y finalmente, uso efectivo y acceso a estas increíbles sumas de dinero despilfarradas en Fondos de Servicio Universal. Muchos de nosotros estamos trabajando en esto y lo hemos hecho ya por un tiempo, pero el avance es lento y las barreras son muchas. Nuestro movimiento debería inspirarse en la mirada de organizaciones de derechos espaciales, urbanos y territoriales que trabajan para acabar con la falta de vivienda y la gentrificación, construir viviendas asequibles e incluso resistir la imposición de la tecnología urbana “inteligente”.
La otra opción consiste en ejercer nuestro “Derecho a la red” a través de la desobediencia civil: construir nuestras propias redes, sin importar las leyes y regulaciones. Un movimiento equivalente al okupa para redes comunitarias. Esta estrategia requiere organización y la capacidad de autodefensa y autofinanciamiento. En mi opinión y experiencia con Rhizomatica, la segunda estrategia es más efectiva para darle el empujón inicial a la primera estrategia y también significa que la gente tendrá redes y acceso en el intertanto. Desafortunadamente, y debido a los procesos de absorción del capital y su efecto en las infraestructuras y espacios descritos arriba, muchas comunidades están muy debilitadas y fragmentadas, lo que hace difícil imaginar cómo podrían unirse de esta manera.
Tengo la esperanza de que este artículo haya sido útil en términos de entender el “por qué” del 5G y algunas de las otras nuevas y exóticas formas de redes en el horizonte (literalmente) y cómo hay grandes fuerzas globales trabajando detrás que debemos abordar, algunas incluso integradas en la manera en que el capitalismo se reproduce a sí mismo. Esta indagatoria más profunda en la economía política de las redes de próxima generación puede ser, a veces, confusa y desesperanzadora, pero es de todos modos crucial para entender lo que podríamos hacer para resolver el problema de la brecha digital y para desafiar la eminente pero desigual sociedad “hiperconectada”. Así que tal vez, luego de reflexionar, hay algo que deberíamos hacer primero: desmantelar el capitalismo. Para hacerlo, debemos repensar y reposicionar nuestro trabajo y nuestro activismo, dado que ninguna cantidad de hechicería técnica o políticas parche, o incluso redes comunitarias, solucionará realmente el problema de la desigualdad digital en este nuevo día y era.
Mis sinceros agradecimientos a la Dra. Kira Allman por sus invaluables comentarios y aportes al texto.